Buenas tardes a todos,
Perdonad mi ausencia durante tantos días, pero los jueves y los viernes para mi son los peores días de la semana, se juntan todas las actividades "extraescolares" que tengo, y apenas paso por casa.
Hoy os traigo el primero de una serie de cuentos para Educar en Valores en el aula. Cuando hice las prácticas de la carrera, llegó a mi un libro de cuentos que había editado el propio centro sobre la Educación en Valores.
En el cuento de hoy, conocido por todos, trabajaremos el valor de la seguridad.
"LA LECHERA"
Una familia tenía una vaca, de cuya leche, que vendían en un pueblo vecino, vivían todos los de la casa. La hija era quien la llevaba en una vasija, puesta sobre la cabeza.
Un día, mientras caminaba hacia el pueblo, iba pensando:
- Con el dinero que saque de esta leche podremos comprar unos pollitos; dándoles trigo y verdura, en pocos días engordarán y tendremos unos cuantos gallos muy pronto.
Al cabo de andar un trecho, dijo:
- Vendiéndolos a buen precio, es seguro que podríamos comprar una oveja, la cual, bien cuidada y alimentada, pronto nos daría buena lana, que, vendida en el mercado, nos dará un buen puñado de dinero.
Siguió andando un trecho más, y dijo:
- Con el dinero de la lana se podría comprar un cochinillo, el cual, sin mucho dinero, se puede engordar, aprovechando las sobras de la comida y unos puñados de harina y salvado hervido. No sería luego difícil venderlo en poco tiempo por mucho dinero.
Siguió camino adelante pensando, y dijo:
- Si fuera vendido a buen precio, se podría comprar una ternerita que, bien alimentada, engordaría y pronto sería una vaca hermosa, la cual, sin duda ninguna nos daría buena leche para vender, como la vaca que tenemos ahora.
Así iba pensando la lechera, pero, de pronto, tropezó en una piedra que había en el camino, se le cayó la vasija que llevaba en la cabeza y, rompiéndose en mil pedazos, esparció toda la leche por el suelo. La lechera miró la desgracia que le había pasado y pensó:
- Adiós pollitos y los gallos que vender, adiós la oveja y la lana, adiós el cerdo que me hubiese permitido comprar la ternera, la cual, convertida en vaca, me habría dado leche. No se puede uno fiar de los sueños. Vale más contar con lo que se tiene seguro.
Espero que os haya gustado.
Un abrazo,
nos vemos por la vida. R.